jueves, 14 de junio de 2012

La nostalgia Mis amigos los mayores que no viejos

Ayer estuve con Rufo uno de los de la cuadrilla, estaba contento, pues por fin ha llegado su hermano, las hijas por recomendación del médico han aceptado que venga, El médico nieto también de emigrantes, les aconsejo que le dejaran volver, que no les pasara como a él con su padre. Les dijo que éste le suplico hasta el último suspiro volver a España, les dijo: Nunca olvidaré su cara, no había amargura, ni reproches, solo una tristeza inmensa, le traje sí, pero sus cenizas, después de esto las hija claudicaron y han aceptaron. Hoy he bajado al cementerio de aquí, pues tengo amigos, a mis suegros, y algún primo. Sabes nos hemos ido Flori y yo con él, pues aunque nosotros tenemos casa, la de él está mejor preparada para el invierno, tiene tres personas que se ocupan de él, mañana tarde y noche, y todos los días viene una enfermera titulada, para la medicación. Sus hijas quieren que esté en todo momento a tendido. Nosotros solo estamos de compañía, rememorando con él toda nuestra vida, tanto la de él allí, como la nuestra y la del pueblo.
Está feliz, le han dicho que puede quedarse hasta mayo, pero él me ha confesado que de aquí no le mueva nadie, que ha venido para quedarse, su cabeza funciona perfectamente, quiere morir aquí cuando le llegue su hora, volver a ver esos amaneceres sobre la Peñona, el olor a tierra mojada, visitar a los pocos que quedan de su edad, conocer a los hijos y nietos de estos, tiene hambre del pueblo, de sus recuerdos, que se los gravó a fuego, estar cerca de su mujer, a la que tanto quiso, y con la que compartió, mas de cincuenta años de su vida. Nosotros nos quedaremos con él hasta que Dios quiera, bajaremos a la ciudad de vez en cuando, y en el momento que pase lo que tenga que pasar, volveremos para acá,. A mi me gusta el pueblo, pero ya me he habituado a la ciudad, volveremos como siempre de mayo hasta septiembre, pero nosotros no queremos vivir ya en el pueblo, eso sí cuando nos llegue nuestra hora, los dos queremos que lleven allí.

Eramos cinco hermanos y no quedamos nada más que dos, él el mayor, con sus noventa años, y yo el pequeño, con setenta y ocho, así que como verás, ahora me entrego por completo a mi hermano, siempre estuvimos los cinco muy unidos, y nunca tuvimos altercado, mi madre nos enseñó a compartir a entregar parte de ti a los demás, a no envidiar, a alegrarte de la suerte de los demás, ese fue el bagaje que nos dejaron nuestros padres, ya que perras pocas, pero todos salimos adelante y hemos vivido bien, que es lo importante,
Bueno Joven nos veremos, y ya sabes que si quieres ir al pueblo, las puertas de nuestra casa están abiertas para ti y tu familia.
Vista de un puelbo Cántabro
                                                            A.R.G.

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