Ahora que han pasado muchos años estamos así, notándose el paso del
tiempo, pero somos felices, la gente nos admira y sabemos que Agustín y
Mariuca serían muy felices viéndonos aquí
Nosotras las Albarcas
Nacimos de un tronco de madera
cortado de una sola pieza. La madera empleada fue el castaño.
Agustín trabajo con esmero, pero
sobre todo con mucho amor con su azuela, el barreno la legra el terciáu y unas cuantas herramientas más. Y así
nos fue dando forma y terminamos siendo unas albarcas para Mariuca, su mujer.
Nos decoró con esmero haciendo filigranas en nuestra estructura exterior. Cada
figura fue pintada a mano con bonitos colores.
Fuimos el regalo del primer
aniversario de bodas. Mariuca nos recibió con alegría y entusiasmo, también con
admiración. ¡Éramos preciosas, únicas! Enseguida nos calzó.
Por aquel entonces Mariuca era
una moza muy bien parecida, regia, y llena de ternura y amor hacia su marido.
Su casa de pueblo estaba siempre
con flores que adornaban sus ventanas. Nosotras jamás entramos en la casa, si
lo hacían el perro, el gato y hasta una oca que estuvo una temporada por allí y
que desapareció misteriosamente en una de las fiestas del pueblo, en la que
había bastantes invitados. Siempre estábamos en la puerta principal dispuestas
a ser útiles, nos usaba tanto en invierno como en verano.
Así estuvimos con ella cuarenta
años, viviendo cada instante de esa vida que no fue fácil, trabajaba de sol a
sol con el ganado, la casa y luego llegaron los críos. Ella lo abarcaba todo.
Era como un torbellino y sobre todo siempre tenía una sonrisa y muy pocas veces
perdió el humor. A nosotras nos trataba con cuidado, representábamos mucho para
ella. Fuimos reparadas en multitud de ocasiones. Siempre se ocupaba Agustín que
no dejó nunca que nos tocase nadie, aunque uno de sus cuatro hijos era un
manitas. Así nos cambió tarugos, se taparon grietas y se pulió alguna vez
nuestra capilla, y se nos hicieron retoques de todo tipo. Porque Mariuca no
quería ni oír hablar de reemplazarnos y Agustín en silencio se lo agradecía, se
sentía orgulloso de nosotras que fuimos su gran obra.
Mariuca y Agustín hace años que
nos dejaron. Permanecimos en la cuadrona arrumbadas mucho tiempo. Al principio
lo llevamos mal, pero poco a poco fuimos admitiendo que nuestra vida, para la
que fuimos creadas había acabado cuando se fue Mariuca, que no se llevó
demasiado con Agustín. Pasó el tiempo y allí permanecimos olvidadas y tristes.
Pero un día se abrió la gran puerta de la cuadrona que era inmensa y apareció
Agustín, el nieto mayor, y acordándose de lo que significamos para sus abuelos, nos rescató
trayéndonos donde hoy estamos, a la Casa Museo del pueblo, junto a otros
objetos del campo, cada uno con su historia
y vivencias.
A.R.G.
Dato curioso: Las albarcas pintadas de negro, solo nos
usaban las viudas y los