ORILLAS DEL DUERO
Se ha asomado una cígüeña a lo alto del
campanario.
Girando en torno a la torre y al caseròn solitarío;
ya las
golondrinas chillan. Pasaron del blanco invierno,
de nevascas y ventiscas los
crudos soplos de infierno.
Es una tibia mañana.
El sol calienta un poquito
la pobre tierra soriana.
Pasados los verdes pinos,
casi azules,
primavera
se ve brotar en los finos
chopos de la carretera
y del río.
El Duero corre, terso y mudo, mansamente.
El campo parece, más que joven,
adolescente.
Entre las hierbas, alguna humilde flor ha nacido,
azul o
blanca. ¡Belleza del campo apenas florido,
y mística
primavera!
¡Chopos del camino blanco, álamos de la ribera,
espuma de
la montaña
ante la azul lejanía;
sol del día, claro día!
¡Hermosa
tierra de España!
YO VOY SOÑANDO CAMINOS
Yo voy soñando
caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las
polvorientas encinas! ...
¿Adònde el camino irá?
Yo voy cantando,
viajero
a lo largo del sendero...
—La tarde cayendo está—.
«En el
corazòn tenía
la espina de una pasiòn;
logré arrancármela un día,
ya no
siento el corazòn.»
Y todo el campo un momento
se queda, mudo y
sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde
más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea
se
enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
«Aguda espina
dorada,
quién te pudiera sentir
en el corazòn clavada.»
AMADA,
EL AURA DICE
Amada, el aura dice
tu pura veste blanca...
No te
verán mis ojos;
¡mi corazòn te aguarda!
El aura me ha traído
tu
nombre en la mañana;
el eco de tus pasos
repite la montaña...
No te
verán mis ojos;
¡mi corazòn te aguarda!
En las sombrías
torres
repican las campanas...
No te verán mis ojos;
¡mi corazòn te
aguarda!
Los golpes del martillo
dicen la negra caja;
y el sitio de
la fosa,
los golpes de la azada...
No te verán mis ojos;
¡mi corazòn te
aguarda!
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