El Cóndor pasa A.R.G.
Indios Tabajara.
Oigo los primeros
compases, cierro los ojos y desde mi salón me traslado a miles de kilómetros.
Me encuentro en una
selva húmeda, donde el sol apenas penetra, pues las altas copas de los árboles
tratan de cerrarle el paso, sin embargo, logra colarse y sus rayos juegan con
las sombras, el silencio es total, ¡de pronto! El silencio se rompe pues una
ráfaga de viento levanta miles de hojas depositadas en el suelo, formaban un variopinto
tapiz, éstas vuelan a mi alrededor haciendo una música armoniosa, luego mis
pies al pisarlas hacen silbar un acorde. Sigo avanzando entre la abundante
vegetación. De nuevo silencio y olor a tierra mojada.
Llego a un claro
descubriendo un mundo diferente lleno de luz y color, contemplo una gran
cascada bajando de una cima abriéndose paso entre la abundante vegetación,
formando una bonita cola de caballo, sus aguas parecen hilos de plata, cuando
me acerco a su caída de nuevo una melodía maravillosa me inunda de paz y
tranquilidad. Me evado de todo estoy en una plenitud indescriptible. En el
cielo abierto bajo un tímido sol, un cóndor con su plumaje negro y sus alas blancas,
sobre vuela majestuoso el espacio. De nuevo silencio, una tímida melodía inunda
el paisaje, es el discurrir del río, ese rumor pone fin a mi sueño, abro lo
ojos y de nuevo en mi salón. He pasado un rato maravilloso, ha sido una
experiencia única.
A.R.G.
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