DON QUIJOTE VERSIÓN MODERNA
Aquella mañana D. Quijote se levantó temprano, miró el calendario y
descubrió que era 1 de julio de 2013. Decidió coger el móvil y llamar a Sancho.
¡Amigo Sancho!
¿Qué acontece mi señor?
¿Qué tal si vamos a salvar a las doncellas que en apuros se encuentran?
¡Ay! mi señor, que corren malos tiempos y no hay molinos de viento, solo
edificios muy altos y estos no tienen brazos.
Que sí, que vamos, mi fiel escudero, quiero retomar mis andanzas y
desventuras.
¿Le preparo la armadura, mi señor? Pues habrá que engrasarla, en la última
aventura, cómo chirriaba la condenada y a la gente espantaba.
¡Quía! déjate de armadura, que mis huesos ya no están para cargar con tanto
peso, iremos a pelo.
¿Pero espada llevará?
Sí, pero no la buena, sino la de madera, aún tengo en la memoria el multazo
de mil erurazos, que me clavaron y eso que estaba sin desenvainar.
Ensillaré a Rocinante.
¡Pero qué dices Sancho! Si el pobre ya la espichó, ahora tengo un cacharro
de ciento cuarenta caballos, yo aún no lo he visto por más que lo he buscado,
pero estar, están.
¡Ay! mi señor, que le tengo que hacer una confesión, que la burra de la cual
hablo, no es la de cuatro patas, tiene dos ruedas y es un Vespa.
A lo que hemos llegado Sancho.
Mi señor ¿qué opina Dulcinea de que vuelva a la pelea?
Y yo que sé, se ha ido a Marbella a una despedida de soltera, a lucir sus
prietas carnes, con las faldas súper cortas y luciendo un buen escote, no se da
cuenta que se expone a miradas indiscretas.
Sancho por lo bajo, en otro tiempo tal vez, pero ahora sus carnes se
descuelgan y está toda seca, quién va a mirar semejante esperpento.
¿Quién ha sido el malandrín, que ha osado faltar a mi Dulcinea del alma? Con
él me voy a batir, responde bellaco.
Calle, calle, mi señor que estamos solos usted y yo, pero yo he oído,
nada señor.
¡Ay. mi fiel escudero, la cabeza me da vueltas y oigo cosas, ya sé que son
los celos, me corroen, me obnubilan, me destrozan.
¿Señor ha hablado usted con D. Miguel? ¿Qué opina él de que vuelva a sus
andanzas?
No lo sé, lo he intentado vive Dios, pero la cobertura no es buena. Me dijo
el muy truhan, que en el lugar donde está, no tiene tiempo para nada y menos
para mis andanzas, que le pusiera un whatsap, o mejor un fax, y cuando pueda me
contestará.
Amigo Sancho ¿y tú Teresa dónde está?
Se ha ido de cumpleaños, a Burgos o Maliaño, no sé si vendrá mañana o el
próximo año, ellas son las que mandan señor, y nos toca callar.
Dejémonos Sancho de paparruchadas, y pensemos donde podemos ir, ¡ah! ya sé,
a la disco Sancho
A la disco, ya fuimos mi señor y no salimos bien parados, nos dieron una
paliza, le rompieron tres costillas y la dentadura postiza, yo lleve leña en
todo mi cuerpo, estuve tres días sin poder sentarme de como tenía el pandero
señor.
Mi fiel escudero, ya sé dónde vamos a ir, al botellón.
Calle, calle, mi señor, recuerde que caímos embriagados y no por la belleza
de aquellas dulces doncellas. Le quitaron la armadura, le pusieron camiseta y
playeras y hasta una visera. Lo colgaron en la red, tuvo miles de visitas.
Si mi fiel escudero, lo recuerdo, jamás recibí mayor afrenta, fui objeto de
buen escarnio, que humillación que horror. Mi buen Sancho, ¿y si vamos a salvar
a las truchas del infame pescador?
Qué poca memoria la suya, recuerde mi señor cuando nos clavaron un anzuelo
en el dedo y nos usaron de cebo, qué dolor, qué frío, a punto estuvimos de
quedarnos en el río.
Es verdad, mi fiel escudero, aquellos malandrines no tuvieron compasión y
nos dieron un gran remojón, humillando así al caballero y a su fiel escudero.
Sancho
¿Qué señor?
¿Y si vamos al hogar del jubilado?
¡Ay! D. Alonso Quijano, la memoria a usted le falla y no se acuerda de nada,
la dama a quién quiso salvar, a bolsazos no sacó de aquel lugar, después de
soltar un sinfín de improperios, insultos y risotadas, qué humillación señor,
tener que abandonar aquel recinto sin ni si quiera mirar para atrás.
¡Ay! mi fiel escudero, ¿qué nos queda?
Nada señor, resignación. En este mundo todo al revés, las doncellas son
ellas las que arrean, bofetadas y bien fuertes, ya no hay damiselas, sino
karatekas. Así no se puede cumplir el oficio de altanero caballero.
Y de tanto recordar lides pasadas, se me han quitado las ganas, de salir a
batallar. Mejor me voy a la cama. Hasta la próxima aventura, mi amigo y fiel
escudero.
Fin A.R.G.
No hay comentarios:
Publicar un comentario