Jorge Manrique
Jorge Manrique fue un reconocido poeta oriundo de España, nacido alrededor del año 1440 y fallecido en 1479. Existen numerosas inconsistencias con respecto a sus datos personales, tanto a su lugar y fecha de nacimiento como a los detalles de su crianza. Se sabe con certeza, sin embargo, que en su juventud sirvió al ejército español en varias batallas, siguiendo las costumbres de sus antecesores. Con respecto a su formación académica, se especializó en Humanidades, y su dedicación a la literatura en combinación con la milicia también había tenido lugar en la vida de muchos de sus familiares. Cabe mencionar que su árbol genealógico contaba con varios de los nombres más importantes dela nobleza española, con duques, condes y marqueses, que gozaron de un gran poder político.
La vida de Manrique, como tantas otras de su tiempo, se dividió entre enfrentamientos bélicos y sonetos, temporadas en prisión y amoríos apasionados. Con respecto a su producción literaria, consta de unos cuarenta poemas cancioneriles, principalmente satíricos y de amor. Su obra más recordada es una serie de coplas dedicadas al fallecimiento de su padre, donde resalta su grandeza y la admirable entereza con la que enfrentó el terrible cáncer que le quitó la vida luego de un largo padecimiento.
1ª PARTE Coplas dedicadas a la muerte de su padre
COPLAS DE DON JORGE MANRIQUE POR LA MUERTE DE SU PADRE
I
Recuerde el alma dormida,
avive el seso e despierte contemplando cómo se passa la vida, cómo se viene la muerte tan callando; cuán presto se va el plazer, cómo, después de acordado, da dolor; cómo, a nuestro parescer, cualquiere tiempo passado fue mejor.
II
Pues si vemos lo presente
cómo en un punto s'es ido e acabado, si juzgamos sabiamente, daremos lo non venido por passado. Non se engañe nadi, no, pensando que ha de durar lo que espera más que duró lo que vio, pues que todo ha de passar por tal manera.
III
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar, qu'es el morir; allí van los señoríos derechos a se acabar e consumir; allí los ríos caudales, allí los otros medianos e más chicos, allegados, son iguales los que viven por sus manos e los ricos.
INVOCACIÓN
IV
Dexo las invocaciones
de los famosos poetas y oradores; non curo de sus ficciones, que traen yerbas secretas sus sabores. Aquél sólo m'encomiendo, Aquél sólo invoco yo de verdad, que en este mundo viviendo, el mundo non conoció su deidad.
V
Este mundo es el camino
para el otro, qu'es morada sin pesar; mas cumple tener buen tino para andar esta jornada sin errar. Partimos cuando nascemos, andamos mientra vivimos, e llegamos al tiempo que feneçemos; assí que cuando morimos, descansamos.
VI
Este mundo bueno fue
si bien usásemos dél como debemos, porque, segund nuestra fe, es para ganar aquél que atendemos. Aun aquel fijo de Dios para sobirnos al cielo descendió a nescer acá entre nos, y a vivir en este suelo do murió.
VII
Si fuesse en nuestro poder
hazer la cara hermosa corporal, como podemos hazer el alma tan glorïosa angelical, ¡qué diligencia tan viva toviéramos toda hora e tan presta, en componer la cativa, dexándonos la señora descompuesta!
VIII
Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos y corremos, que, en este mundo traidor, aun primero que muramos las perdemos. Dellas deshaze la edad, dellas casos desastrados que acaeçen, dellas, por su calidad, en los más altos estados desfallescen.
IX
Dezidme: La hermosura,
la gentil frescura y tez de la cara, la color e la blancura, cuando viene la vejez, ¿cuál se para? Las mañas e ligereza e la fuerça corporal de juventud, todo se torna graveza cuando llega el arrabal de senectud.
X
Pues la sangre de los godos,
y el linaje e la nobleza tan crescida, ¡por cuántas vías e modos se pierde su grand alteza en esta vida! Unos, por poco valer, por cuán baxos e abatidos que los tienen; otros que, por non tener, con oficios non debidos se mantienen.
XI
Los estados e riqueza,
que nos dexen a deshora ¿quién lo duda?, non les pidamos firmeza. pues que son d'una señora; que se muda, que bienes son de Fortuna que revuelven con su rueda presurosa, la cual non puede ser una ni estar estable ni queda en una cosa.
XII
Pero digo c'acompañen
e lleguen fasta la fuessa con su dueño: por esso non nos engañen, pues se va la vida apriessa como sueño, e los deleites d'acá son, en que nos deleitamos, temporales, e los tormentos d'allá, que por ellos esperamos, eternales.
XIII
Los plazeres e dulçores
desta vida trabajada que tenemos, non son sino corredores, e la muerte, la çelada en que caemos. Non mirando a nuestro daño, corremos a rienda suelta sin parar; desque vemos el engaño y queremos dar la vuelta no hay lugar.
XIV
Esos reyes poderosos
que vemos por escripturas ya passadas con casos tristes, llorosos, fueron sus buenas venturas trastornadas; assí, que no hay cosa fuerte, que a papas y emperadores e perlados, assí los trata la muerte como a los pobres pastores de ganados.
XV
Dexemos a los troyanos,
que sus males non los vimos, ni sus glorias; dexemos a los romanos, aunque oímos e leímos sus hestorias; non curemos de saber lo d'aquel siglo passado qué fue d'ello; vengamos a lo d'ayer, que también es olvidado como aquello.
XVI
¿Qué se hizo el rey don Joan?
Los infantes d'Aragón ¿qué se hizieron? ¿Qué fue de tanto galán, qué de tanta invinción como truxeron? ¿Fueron sino devaneos, qué fueron sino verduras de las eras, las justas e los torneos, paramentos, bordaduras e çimeras?
XVII
¿Qué se hizieron las damas,
sus tocados e vestidos, sus olores? ¿Qué se hizieron las llamas de los fuegos encendidos d'amadores? ¿Qué se hizo aquel trovar, las músicas acordadas que tañían? ¿Qué se hizo aquel dançar, aquellas ropas chapadas que traían? |
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