sábado, 22 de septiembre de 2012

MIS AMIGOS LOS MAYORES TOMAS



Ayer cogí el autobús temprano, a las seis.Me dirigía a Potes, a las 8,58,estaba allí,Tomás y su mujer me recogieron con el cuatro por cuatro para subir hasta el pueblo, ya que el autobús no llega allí, la carretera estrecha y con unos precipicios que daban miedo. A mi se me hacía interminable aquella subida, pero aguanté estoicamente. Cuando por fin llegamos, ante aquel espectáculo que se abrió ante mis ojos, pensé,
a merecido la pena.
Allí a los pies del macizo de los Picos de Europa, como colgado en las nubes estaba el pequeño pueblo de a penas doce casas, todas de piedra, con bonitos balcones de madera torneada, y cubiertos de geranios de todos los colores, la gente super amable salieron a recibirnos,  todos querían conocerme, y además como por allí casi no va gente yo era la atracción. Como era jueves algunas de los paisanos con sus mujeres habían bajado a Potes al mercadillo, esta rutina lo hacían cada semana, ya que era el único divertimento que tenían, pero allá arriba todo era   espectacular, jamás me lo hubiera imaginado.
Después de vaciar mi maleta, me fui con Tomás a dar una vuelta por el pueblo y alrededores, la gran masa del macizo, parecía que se nos iba a tragar,Toño uno de los vecinos me dio unas botas de agua, pues íbamos a ver a las señoras del aire, yo un poco intrigada pregunté, pero el solo dijo: espera y veras, y así fue, allí sobre un risco pude comprobar el vuelo majestuoso de las águilas reales, mirara donde mirara, la naturaleza estaba exuberante, con infinitos contrastes, arbolado, peñas blanquísimas, monte bajo, vegetación con infinidad de tonalidades, y coronándolo todo las señoras del aire, como allí las llaman, el silencio solo era roto por el chasquido de algunas hojas o por el viento que silbaba por las grietas de las peñas, pero era como un dulce canto.
Regresamos, y para mi asombro, ya estaban todos reunidos frente a una vieja mesa de leños, toda llena de comida de la zona. A lo largo de la comida fui conociendolos un poco, fueron desgranando sus vivencias de toda la vida, pero lo mas asombroso para mi, era su alegría su amor a la tierra a sus costumbres, no disponían de mucha tecnología, ya que al estar rodeados por el macizo casi no les llega la señal, pero parecía no importarles, según ellos tenían de todo, como como sus antepasados, si ellos vivieron sin esas cosas, ellos ahora tenían un poco más, disponían de coches, teléfono, luz,
Al día siguiente fui con Ramón hasta una braña, también salimos pronto a penas despuntaba el alba cuando nos pusimos en camino, sabía que yo le retrasaría, pero no le importó. Pude contemplar unos saltos de agua, que parecían hilos de plata bajando desde las cumbres, unos rebecos, que aquí hay muchos, pero pocas veces se lo puede ver, jabalíes, hoyando en un claro, a los lejos se oía aullar a los lobos, tenía un poco de miedo ya que Ramón solo levaba una gran vara de avellano, y su mochila, con la comida.
Pasé el mejor día de mi vida, la paz y el sosiego, juntos con las luces del alba impregnaron mi ser, tanto por dentro como por fuera.
El sábado lo pasé de casa en casa y recogiendo nueces, pues María la mujer de Jandro hace un pastel que te mueres de bueno, también recogimos castañas, vi como se hacía el pan con el maíz que le llevamos a Juan que tiene un molino a la vieja usanza,
El domingo en los cuatro por cuatro fuimos a un pueblo que para llegar hay que rodear una medio montaña, después a tomar algo por allí, visitar a los amigos y parientes, y a la una y cuarto para arriba de nuevo, comimos, ayudé en la cuadra, y echando de comer a los cerdos y gallinas.
Después la despedida pues al día siguiente me volvía, he quedado que allá para la primavera volveré, he dejado un montón de amigos, me he traído fotos increíbles, y sobre todo el cariño de aquellas buenas gentes.
                                                                                                                   A.R.G.

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