El sol de nuevo pintaba de oro las
olas de un mar tranquilo. El silencio se rompe cuando de pronto una
multitud de mil gaviotas rasgan el aire con sus alas, el sonido de sus
graznidos llega hasta el final de la playa, es la hora de comer.
Juan
salvador gaviota está solo sobre el acantilado, vate sus alas de nuevo,
otro intento para que su vuelo vaya alcanzando la perfección que él
busca. No tiene necesidad de comer, solo de practicar y practicar, sube
cincuenta, cien metros, doscientos, trescientos, lanzándose en picado a
una velocidad de cien kilométros por hora, el mar se va acercando
peligrosamente Sabe que un pequeño error, terminará con su vida, pero en
el último instante, hace un suave giro de sus alas y reemprende el
vuelo hacia las alturas, el mar se aleja tan rápidamente como en la
bajada, esta vez lo ha conseguido, su vuelo es casi perfecto, pero
piensa que aún podría hacerlo mejor. El resto de las gaviotas forman una
algarabía en la playa, pero a él no le interesa esa convivencia, solo
quiere que su vuelo sea perfecto. Es su vida, su logro, su meta, y hasta
que no lo consiga seguirá sobre el acantilado practicando, aunque en
unos de los intentos, tal vez pierda la vida.
A.R.G
A.R.G
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