Alegre era un perro que apreció un buen día por la placita que está junto a
la iglesia. Donde todas las mamas llevan a sus hijos a pasar la tarde y darles
la merienda, una tarde de primavera a eso de las seis, apareció era blanco y
negro de tamaño mediano, se colocó al lado de una de las madres la miró y se
puso hacer cabriolas. El niño como de un año que no quería merendar ni bien ni
mal, al ver al perro hacer monadas, empezó a comer, la madre entusiasmada, el
perro seguía dando brincos, al final el niño se lo acabó todo, y de esta forma
fue por todos los jardines, y algo le caía. Así comenzó la vida de este perro
que nadie supo nunca de donde vino, pero que les alegraba las tardes y mañanas.
Poco a poco todas las madres le traían cosas. Un día una de las madres
dijo: -no tiene nombre- -otra respondió- pongamosle Alegre, y así de esta forma
fue bautizado, jugaba con los niños, y si se acercaba algún otro perro él los
hacia frente, y ponía en alerta alas madres.
Alegre pronto fue un cliente de dos bares, se las apañó para desayunar
gratis, un día iba a uno, otro día iba al otro, pero no se saltaba la rutina
por nada, parecía que llevaba reloj, a las nueve en punto se presentaba en la
puerta, hacía sus cabriolas, a cambio recibía un suculenta desayuno, a la hora
de la cena lo mismo. Después se iba enfrente del bar, bajo un escaparete a
dormir, pronto se encontró una cama, alguien la había depositado, junto a un
bebedero de acero inoxidable, y así aquel pequeño hueco, fue una confortable
caseta, la verdad le vino bien pues el otoño estaba a punto de finalizar, y el
invierno se presentaba crudo.
Durante tres largos años fue la alegría de jardines y plazas, todos en la
pequeña ciudad de provincia le conocían, resultaba curiosos, ver como esperaba
al cambio de los semáforos, para moverse de un lugar a otro.
Al finalizar casi el invierno, una noche los del bar se preocuparon, Alegre
no había ido a cenar, esperaron hasta las diez, y al ver que no venia, fueron
donde él se cobijaba. Allí estaba con mirada triste, no se movió cuando le
llamaron, algo le pasaba, después de deliberar un rato, decidieron llamar a un
veterinario, que paraba por el bar, y que conocía muy bien a Alegre. Este vino
enseguida, le examinó, y volviéndose hacia un montón de gente que ya se
arremolinaba para ver que pasaba, les dijo: -No hay nada que hacer, le han
envenenado, le dio un calmante y las dos horas se murió.
Por la mañana la noticia corrió como la pólvora, nadie se explicaba el
porqué, no hacia daño a nadie, era Alegre, tampoco era abusón, alegraba las
plazas.
Nunca se supo quién hizo aquella barbarie, lo que si puede decir es que
esta historia es real, y que el periódico local, lo sacó en la primera página.
Con una dedicatoria que decía: "Hasta siempre Alegre"
lO QUE PUEDO DECIR ES QUE DURANTE UN AÑO O MÁS FUE UN PERRO QUERIDO Y FELIZ
A.R.G.
Era más o menos como este
Era más o menos como este
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