sábado, 12 de mayo de 2012

Cuento El Gato de la Calle Carrera


EL GATO DE LA CALLE CARRERA                    




Hace muchos pero que muchos años, existía en una pequeña ciudad de provincia llamada  Torrelavega una zona  que para aquella época estaba lejos, era como las afuera de la ciudad, hoy es el centro, pero en aquellos tiempos remotos todo el entorno era salvaje y medio boscoso, en una zona había una corralada, y dentro varias casas de una planta con terreno delante donde se tendía, se lavaba, se hacían las reuniones en verano, se plantaban rosales que casi nunca florecían, ya que todos los animales hacían sus cosas allí y también se les regaba con el agua de lavar y de fregar, así que era muy difícil que prosperara nada, y sobre todo lo que había eran abundantes gatos, los encontrabas de todas las calañas, fuertes y vigorosos los menos y otros flacuchos y esmirriados, pero todos convivían juntos y libraban en noviembre y febrero verdaderas batallas por las gatas de todos los calibres que como ellos subsistían a base de las raspas de las sardinas que aquellas buenas gentes les echaban a la corralada para mantenerlos cerca de sus casa y así evitar que las ratas y ratones camparan a su libre albedrío, originado muchos sustos y desagradables encuentros entre el hombre y estos roedores, a veces salía una escoba por la puerta de alguna de aquellas casas de planta baja, pero era raro, ya que la abundancia de gatos les hacia irse a estos roedores a otras barriadas. Pero a lo que iba, entre todos aquellos ejemplares había una hermosa gata de color amarillo, a la que los vecinos llamaban la rubia, además de grande y lustrosa, era muy brava, se había enfrentado a ratas del tamaño casi de ella, y allí donde algunos de sus congéneres habían salido por patas, ella se había enfrentado dejando a su contrincante muerta sobre el camino de piedras y hierba que conducía a las casas, todo el vecindario conocía a este hermoso ejemplar, y se le privilegiaba con algún extra poco porque las familias no nadaban en la abundancia, también abundaban los perros y como los gatos los había de todas las razas cruzadas ya que puros no había ninguno, pues las buenas gentes que habitaban estos barrios no estaban para estos menesteres, pues su condición económica y social, no les permitía tener esa clase de canes, pero aún con todo el barrio estaba poblado de chuchos que tenían misiones que realizar, entre otras, avisar si aparecía por el lugar algún vagabundo ó algún vendedor ambulante, había un cierto tipo de gente que no eran bien recibidos, como los gitanos, que en aquellas época no tenía buena fama, y así te robaban por arte de birle birloque una gallina o un conejo o alguna prenda colgada sobre los vardales o rosales antes mencionados, si aparecían algunos de estos personajes salía a recibirlos una jauría de perros enloquecidos, y los gitanos ponía pies en polvorosa, y si no lo hacían mas de uno se llevaba un mordisco o una buena pedrada, de algún vecino que con maestría lanzaba el morrillo contra todo aquel que no fuera grata su presencia en lugar. Los canes también se divertían incordiando a los gatos, así que era frecuente ver salir a un gato por patas y detrás el chucho correspondiente.
        
         La rubia ese hermoso ejemplar había hecho frente a más de un perro, y estos procuraban molestarla lo menos posible, así Choto, un siete leches, mitad foxterrier y mitad barbas con alguna otra mezcla se había enfrentado a ella haciéndose el bravo y había perdido un ojo, también había gatos desrabado debido a dichos enfrentamientos.

         Transcurría el mes de Enero a  punto de acabar, cuando ya los machos de gato acudían de las distintas zonas, ya se empezaban a librar batallas sangrientas por las hembras, todas estaban ansiosas y en celo, pero aún con todo no se apareaban con el primero que llegaba, pues ellas también tenían sus preferencias, y rechazaban violentamente a todo aquel con quien no quisieran compartir su celo. La rubia ese año no recibió bien a un hermoso ejemplar negro con quien había mantenido cópula otros años, esta vez era distinto, ella desde su atalaya observaba la ida y venida de todos aquellos ejemplares, pero entre ellos no vio, al que hacía una noches a través de unos bardales,y recortando su figura bajo la luz de una luna llena, era distinto a todos los que hasta ahora ella había visto, era de color grisáceo, con orejas puntiagudas y unos grandes bigotes y una especie de pelos le colgaba de el labio inferior, era un ejemplar único y bellísimo, ella esperaba impaciente a que él volviera a merodear por el lugar, y así saldría a su encuentro y se aparearía con él ya que de ese modo sus crías serian grandes y fuertes. Espero en vano casi medio mes, ella se pasaba el día oteando el horizonte, y así de este modo bajó la guardia que siempre hay que tener cuando hay perros cerca, y ocurrió que el medio foxterrier, y un ratonero acompañados de un lanas, la cogieron tan desprevenida que no la dio tiempo a saltar la tapia para pasa al otro territorio seguro siempre para los gatos, y empezó una encarnizada lucha, que poco a poco iba perdiendo la rubia, y cuando las fuerzas la flaquearon y vio que la muerte esba cerca, con un último esfuerza intentó inútilmente, zafarse del foxterrier, hiriéndole  levemente en el ojo sano, ya estaba a punto de sucumbir, cuando de pronto se oyó un bufido desigual y un hermoso y gran gato apareció, los perros no se esperaban  aquella aparición y al ver un espécimen  que parecía un gato pero que no lo era, y medio heridos como iban, decidieron poner pies en polvorosa y salir por patas. La rubia casi no se podía mover abrió lentamente los ojos, y le vio, él lamió sus heridas y poco a poco la fue llevando a una vieja cochera que estaba en ruinas, pero su interior era seguro, durante varios días se quedó con ella, trayéndola alimentos, gusanos, pájaros, saltamontes y hasta algún huevo de gallina, ella permaneció quieta sin moverse por temor a delatarse, y que algún otro perro viniera a acabar lo que los otros no pudieron, pues mientras él estaba cerca no tenia temor, pero cuando se iba era vulnerable.


         Transcurrieron varios días y por fin se levantó y paseo por el recinto cuando él llegó salieron fuera y todo le pareció más hermoso que nunca, caminó entre sus congéneres, estos no se atrevían ni acercarse, a pesar de estar en celo, ella se pavoneó orgullosa, luego se fueron lejos de la vista de todos y se aparearon, esto duró varios días, después él desapareció una temporada, y cuando ella iba a parir volvió, tuvo tres crías dos hembras y un hermoso macho, durante el día se marchaba, pero al anochecer siempre regresaba con algún presente, un conejo, una rana, una culebra, algún pez, ya que cerca corría furioso un rió llamado el Cristo, esta relación duró dos o tres años, más un día desapareció y la rubia jamás volvió a verle, pero él ya había dejado que su semilla germinase, y las generaciones siguientes siempre tendría un gen suyo.

         Y así haciendo un repaso por los antepasados, llegamos hasta hoy en pleno siglo veintiuno, cien años después de la incursión de aquel hermoso animal que no era otra cosa que un gato montés. Hoy la calle carrera es una de las mejores de torrelavega bien asfaltada, bien iluminada, y con unos estupendos inmuebles, ya que donde antes había casucas hoy se levantan unos hermosos edificios de cuatro plantas, donde todo era campo y jardines de las calles colindantes hoy son hermosos parajes, como la Llama lugar de ocio para jóvenes, y también donde se reúnen nuestros mayores en las mañanas primaverales veraniegas y otoñales, a charlar de sus cosas, y a tomar el sol que dura todo el día por su situación privilegiada, y bajando donde hace años había una tapia, hoy la calle carrera está unida a la calle ancha, y de ahí a la plaza mayor, con sus edificios emblemáticos y llenos de nostalgias de tiempos antiguos.
         Y hoy como hace casi cien años también hay un descendiente de aquella estirpe, estos siempre han habitado en la calle carrera y han defendido su territorio con fieraza como tiempo atrás hizo la rubia. Ahora rondaba la calle un hermoso ejemplar, que por su color los comerciantes de la calle le pusieron el Rubio, es más grande de lo normal sus andares son más felinos más elasticos sus orejas son un poquito puntiagudas, y tiene una especie de pequeña perilla bajo su labio inferior, a los canes de la zona los ignora, no los teme, procura no ponerse a su alcance, pero tampoco se aleja excesivamente, todos los vecino le conocen e incluso le dan de comer lanzándole comida a un descampado por donde el anda.

         Estaba dormitando al calor del sol no vio al hombre que traía  amarrado una joven cría de doberman, cuando quiso reaccionar era tarde, ésta se le echo encima nada mas soltarla el dueño, Rubio se defendió bravamente, y pudo huir y meterse en unas ruinas, el perro le siguió, y estuvo a punto de cogerle por la cola, pero Rubio la giró a tiempo, después el can, ladró al agujero rabiosamente, pero ya nada tenía que hacer Rubio estaba a salvo aunque muy mal herido. Así pasó la tarde y la noche lamiéndose las heridas, su cuerpo estaba ensangrentado, y pensó que de aquello no salía, así que reunió las pocas fuerzas que le quedaban y decidió morir en su calle, se arrastró, y poco a poco llegó hasta a ella, buscó la protección de los coches, y así llegó junto a la puerta del café café, que así se llama el establecimiento regido por Conchi su propietaria, una persona amante de los animales, y sobre todo protectora de los gatos, esta conocía muy bien a Rubio, pues en muchas ocasiones le había dado de comer, poniéndole una bandeja debajo de los coches, solo que este no se había dejado tocar ni que se le acercase nadie, y sin embargo ahora buscaba la protección de las gente de de la calle.

         A eso de las ocho de la mañana llegó Conchi abrir como cada día su café y se quedo asombrada y asustada de ver a Rubio en aquellas condiciones tan lastimera, el animal casi no podía abrir los ojos, su cara estaba desfigurada, su cuerpo ensangrentado y llenos de heridas, con sumo cuidado lo cogió y lo metió dentro, le dio un poco de agua, con una esponja, Rubio lo agradeció pues tenia la boca seca, luego le lavó y le tapó con una manta y acto seguido llamo al veterinario. Este vino presuroso, pues la gravedad de los hechos le hizo dejar otras visitas, bueno y eso y la gran amistad que le unía a la dueña del café. Tuvo que coser las heridas le dio un medicamento para que no se le infectaran aún con todo le dio a Conchi pocas esperanzas, la dijo que como mucho duraría una semana, Conchi decidió cuidar de él y dejarle en el café hasta que llegara su hora, le daría cariño y atenciones, era un hermoso animal y durante cuatro años había paseado la calle con elegancia y les había librado de tener ratas en la zona. Pronto corrió la noticia entre los comerciantes, pues tengo que decir que esta calle no es muy larga, es más bien pequeña, pero aparte del café regentado por Conchi, pegado a ella hay una tienda de fotografía, con buenos y bonitos reportajes de bodas, seguidamente está la tienda de Isabel que vende telas y alegres  paraguas y babis para los niños, un poco mas allá hay un Kebab, y seguido un mesón. Al otro lado de la calle una peluquería que en navidad adornan mucho el escaparate dándote buenos cortes y haciéndote buenas permanentes y siguiendo hacía abajo  por la misma cera hay una cristalería y en marcaciones con buenos cuadros y mejores marcos y estupendos espejos seguidamente una tienda de deportes donde en su escaparate hay cien modelos de deportivas de todos los colores y marcas y todo aquello que necesites para practicar cualquier deporte, después una perfumería, en su escaparate siempre abunda el colorido y las buenas cremas así como todo lo necesario para mejorar tu figura y cutis, seguidamente una tienda de ropa con las mejores marcas y elegantes y vistosos vestidos tanto de paseo como de ceremonia y un sin fin de complementos y continuación una pequeña mercería que tienen de todo y siempre está repleta de gente, y enfrente está la carnicería, donde sirven buena carne de la tierra, como veréis en un trayecto tan corto hay de todo pues se me había olvidado que también hay una pequeña tienda de ultramarinos, regentada por un joven matrimonio, y una tienda de muebles tanto antiguos como modernos, con bonitas consolas relojes lámparas revisteros y galanes etc. Todos y cada uno de los comerciantes forman una pequeña familia ayudándose en todo aquello que es menester, así que ahora quisieron contribuir para que a Rubio no le faltase de nada, durante dos semanas estuvieron pendientes no dejándole ni un momento, y cuando todos pensaban que estaba en las últimas, Rubio, fue mejorando hasta tal punto que ni el veterinario se creía el día que fue a visitarle, diciéndole a Conchi que ya estaba recuperado, que tuviera cuidado y no le dejara salir en un par de días mas, pero que luego ya podía callejear, como siempre había hecho.

         Rubio salió de nuevo a la calle, y por supuesto fue a reconquistar su espacio ya que últimamente merodeaba un gran gato blanco con las patas negras, y aunque era fuerte, Rubio era más, así que de aquel ejemplar no se volvió a saber nada, durante tres o cuatro días Rubio estuvo como loco con las gatas, corriendo hacia arriba hacia abajo, por todos los rincones, quería oler ver pisar, todos esos sitios que pensó nunca volvería  a ver, por supuesto que se apareó con Jacinta una gata de ojos verdes y pelos marrón y blanco un buen ejemplar, ella siempre estaba a su lado y Rubio nunca la rechazo, pero después de esto pensó que había que volver donde Conchi, y así lo hizo, ésta le recibió con denostada alegrías, y así se creó un vinculo fuerte entre ambos, Rubio todas las noches llegaba antes de que Conchi cerrara su café, y así el dormía a cubierto.

         Ocurrió, que una noche intentaron robar, lograron abrir la puerta, pero de pronto una cosa descomunal se les hecho encima, derribando a uno y dándose éste un tremendo golpe contra el marco de la puerta, el segundo quiso saber de que se trataba, que era aquello y salio escaldado, pues su cara quedaría marcada por unas largas y afiladas uña, teniendo mucha suerte de no quedarse tuerto por poco, el tercer ladrón ni siquiera lo intentó, por la mañana cuando Conchi llegó no se lo podía creer, la puerta estaba abierta, pero no había desorden ni faltaba nada, aunque sí había sangre en la puerta y en una silla, ella miró a Rubio, y se imaginó lo que había pasado, acarició su lomo y se fue a comprar una buena trucha, que cocinó sobre la plancha, Rubio se dio un buen festín pero ambos guardarían silencio, como si eso no hubiese ocurrido, no quería perturbar su paz, lo que está claro es que ningún maleante volvió a intentar entrar allí, pues entre ellos corrió la voz de que algo raro había en aquel lugar, y nadie quiso saber  que era.

         Así ha durado esta larga amistad, de diez años, siempre durmiendo en el café y cuando estaba un par de días sin venir, cuando llegaba derrotado hecho unos zorros, Conchi le regañaba, él aceptaba y vuelta a empezar. Hoy Rubio ha salido del café, con paso cansino se ha vuelto a mirar todo el entorno, Conchi le ha visto irse, y una lagrima por su mejilla ha rodado, en el fondo de su ser sabe que este es el ultimo adiós de Rubio, sabe que ya no va a volver. Pues tiene conocimiento de que los gatos presienten la muerte y tiene un lugar donde ir a esperar ese momento, lejos de los ruidos donde nadie pueda perturbar su sueño eterno, aún con todo ese día cerró un poco mas tarde de lo habitual y a la noche siguiente igual así durante una semana, definitivamente Rubio se había ido para siempre.

         Hoy Conchi ha esbozado una sonrisa, pues ha aparecido en la calle un nuevo gato es joven, fuerte y vigoroso, y como si algo le uniera a ella se ha parado delante de su café, ella lo ha podido ver, es de color amarillo, pequeñas orejas puntiagudas, y una pequeña perilla bajo su labio inferior.


                                              

                                      FIN       

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