EL GATO DE LA CALLE CARRERA
Hace muchos pero que muchos años,
existía en una pequeña ciudad de provincia llamada Torrelavega una zona que para aquella época estaba lejos, era como
las afuera de la ciudad, hoy es el centro, pero en aquellos tiempos remotos
todo el entorno era salvaje y medio boscoso, en una zona había una corralada, y dentro varias casas de una planta con terreno delante donde se tendía, se lavaba,
se hacían las reuniones en verano, se plantaban rosales que casi nunca florecían,
ya que todos los animales hacían sus cosas allí y también se les regaba con el
agua de lavar y de fregar, así que era muy difícil que prosperara nada, y sobre
todo lo que había eran abundantes gatos, los encontrabas de todas las calañas,
fuertes y vigorosos los menos y otros flacuchos y esmirriados, pero todos convivían
juntos y libraban en noviembre y febrero verdaderas batallas por las gatas de
todos los calibres que como ellos subsistían a base de las raspas de las
sardinas que aquellas buenas gentes les echaban a la corralada para mantenerlos
cerca de sus casa y así evitar que las ratas y ratones camparan a su libre
albedrío, originado muchos sustos y desagradables encuentros entre el hombre y
estos roedores, a veces salía una escoba por la puerta de alguna de aquellas
casas de planta baja, pero era raro, ya que la abundancia de gatos les hacia
irse a estos roedores a otras barriadas. Pero a lo que iba, entre todos
aquellos ejemplares había una hermosa gata de color amarillo, a la que los
vecinos llamaban la rubia, además de grande y lustrosa, era muy brava, se había
enfrentado a ratas del tamaño casi de ella, y allí donde algunos de sus congéneres
habían salido por patas, ella se había enfrentado dejando a su contrincante
muerta sobre el camino de piedras y hierba que conducía a las casas, todo el
vecindario conocía a este hermoso ejemplar, y se le privilegiaba con algún extra
poco porque las familias no nadaban en la abundancia, también abundaban los perros
y como los gatos los había de todas las razas cruzadas ya que puros no había
ninguno, pues las buenas gentes que habitaban estos barrios no estaban para
estos menesteres, pues su condición económica y social, no les permitía tener
esa clase de canes, pero aún con todo el barrio estaba poblado de chuchos que tenían
misiones que realizar, entre otras, avisar si aparecía por el lugar algún vagabundo
ó algún vendedor ambulante, había un cierto tipo de gente que no eran bien
recibidos, como los gitanos, que en aquellas época no tenía buena fama, y así
te robaban por arte de birle birloque una gallina o un conejo o alguna prenda
colgada sobre los vardales o rosales antes mencionados, si aparecían algunos de
estos personajes salía a recibirlos una jauría de perros enloquecidos, y los
gitanos ponía pies en polvorosa, y si no lo hacían mas de uno se llevaba un
mordisco o una buena pedrada, de algún vecino que con maestría lanzaba el
morrillo contra todo aquel que no fuera grata su presencia en lugar. Los canes también
se divertían incordiando a los gatos, así que era frecuente ver salir a un gato
por patas y detrás el chucho correspondiente.
La
rubia ese hermoso ejemplar había hecho frente a más de un perro, y estos
procuraban molestarla lo menos posible, así Choto, un siete leches, mitad
foxterrier y mitad barbas con alguna otra mezcla se había enfrentado a ella haciéndose
el bravo y había perdido un ojo, también había gatos desrabado debido a dichos
enfrentamientos.
Transcurría
el mes de Enero a punto de acabar,
cuando ya los machos de gato acudían de las distintas zonas, ya se empezaban a
librar batallas sangrientas por las hembras, todas estaban ansiosas y en celo,
pero aún con todo no se apareaban con el primero que llegaba, pues ellas
también tenían sus preferencias, y rechazaban violentamente a todo aquel con quien
no quisieran compartir su celo. La rubia ese año no recibió bien a un hermoso
ejemplar negro con quien había mantenido cópula otros años, esta vez era
distinto, ella desde su atalaya observaba la ida y venida de todos aquellos
ejemplares, pero entre ellos no vio, al que hacía una noches a través de unos
bardales,y recortando su figura bajo la luz de una luna llena, era distinto a
todos los que hasta ahora ella había visto, era de color grisáceo, con orejas
puntiagudas y unos grandes bigotes y una especie de pelos le colgaba de el
labio inferior, era un ejemplar único y bellísimo, ella esperaba impaciente a
que él volviera a merodear por el lugar, y así saldría a su encuentro y se aparearía
con él ya que de ese modo sus crías serian grandes y fuertes. Espero en vano
casi medio mes, ella se pasaba el día oteando el horizonte, y así de este modo
bajó la guardia que siempre hay que tener cuando hay perros cerca, y ocurrió
que el medio foxterrier, y un ratonero acompañados de un lanas, la cogieron tan
desprevenida que no la dio tiempo a saltar la tapia para pasa al otro
territorio seguro siempre para los gatos, y empezó una encarnizada lucha, que
poco a poco iba perdiendo la rubia, y cuando las fuerzas la flaquearon y vio
que la muerte esba cerca, con un último esfuerza intentó inútilmente, zafarse
del foxterrier, hiriéndole levemente en
el ojo sano, ya estaba a punto de sucumbir, cuando de pronto se oyó un bufido
desigual y un hermoso y gran gato apareció, los perros no se esperaban aquella aparición y al ver un espécimen que parecía un gato pero que no lo era, y
medio heridos como iban, decidieron poner pies en polvorosa y salir por patas.
La rubia casi no se podía mover abrió lentamente los ojos, y le vio, él lamió
sus heridas y poco a poco la fue llevando a una vieja cochera que estaba en
ruinas, pero su interior era seguro, durante varios días se quedó con ella,
trayéndola alimentos, gusanos, pájaros, saltamontes y hasta algún huevo de
gallina, ella permaneció quieta sin moverse por temor a delatarse, y que algún
otro perro viniera a acabar lo que los otros no pudieron, pues mientras él
estaba cerca no tenia temor, pero cuando se iba era vulnerable.
Transcurrieron
varios días y por fin se levantó y paseo por el recinto cuando él llegó
salieron fuera y todo le pareció más hermoso que nunca, caminó entre sus
congéneres, estos no se atrevían ni acercarse, a pesar de estar en celo, ella
se pavoneó orgullosa, luego se fueron lejos de la vista de todos y se
aparearon, esto duró varios días, después él desapareció una temporada, y
cuando ella iba a parir volvió, tuvo tres crías dos hembras y un hermoso macho,
durante el día se marchaba, pero al anochecer siempre regresaba con algún
presente, un conejo, una rana, una culebra, algún pez, ya que cerca corría
furioso un rió llamado el Cristo, esta relación duró dos o tres años, más un
día desapareció y la rubia jamás volvió a verle, pero él ya había dejado que su
semilla germinase, y las generaciones siguientes siempre tendría un gen suyo.
Y
así haciendo un repaso por los antepasados, llegamos hasta hoy en pleno siglo
veintiuno, cien años después de la incursión de aquel hermoso animal que no era
otra cosa que un gato montés. Hoy la calle carrera es una de las mejores de
torrelavega bien asfaltada, bien iluminada, y con unos estupendos inmuebles, ya
que donde antes había casucas hoy se levantan unos hermosos edificios de cuatro
plantas, donde todo era campo y jardines de las calles colindantes hoy son
hermosos parajes, como la Llama
lugar de ocio para jóvenes, y también donde se reúnen nuestros mayores en las
mañanas primaverales veraniegas y otoñales, a charlar de sus cosas, y a tomar
el sol que dura todo el día por su situación privilegiada, y bajando donde hace
años había una tapia, hoy la calle carrera está unida a la calle ancha, y de
ahí a la plaza mayor, con sus edificios emblemáticos y llenos de nostalgias de
tiempos antiguos.
Y
hoy como hace casi cien años también hay un descendiente de aquella estirpe,
estos siempre han habitado en la calle carrera y han defendido su territorio
con fieraza como tiempo atrás hizo la rubia. Ahora rondaba la calle un hermoso
ejemplar, que por su color los comerciantes de la calle le pusieron el Rubio,
es más grande de lo normal sus andares son más felinos más elasticos sus orejas
son un poquito puntiagudas, y tiene una especie de pequeña perilla bajo su
labio inferior, a los canes de la zona los ignora, no los teme, procura no
ponerse a su alcance, pero tampoco se aleja excesivamente, todos los vecino le
conocen e incluso le dan de comer lanzándole comida a un descampado por donde
el anda.
Estaba
dormitando al calor del sol no vio al hombre que traía amarrado una joven cría de doberman, cuando
quiso reaccionar era tarde, ésta se le echo encima nada mas soltarla el dueño,
Rubio se defendió bravamente, y pudo huir y meterse en unas ruinas, el perro le
siguió, y estuvo a punto de cogerle por la cola, pero Rubio la giró a tiempo, después
el can, ladró al agujero rabiosamente, pero ya nada tenía que hacer Rubio
estaba a salvo aunque muy mal herido. Así pasó la tarde y la noche lamiéndose
las heridas, su cuerpo estaba ensangrentado, y pensó que de aquello no salía,
así que reunió las pocas fuerzas que le quedaban y decidió morir en su calle,
se arrastró, y poco a poco llegó hasta a ella, buscó la protección de los
coches, y así llegó junto a la puerta del café café, que así se llama el
establecimiento regido por Conchi su propietaria, una persona amante de los
animales, y sobre todo protectora de los gatos, esta conocía muy bien a Rubio,
pues en muchas ocasiones le había dado de comer, poniéndole una bandeja debajo
de los coches, solo que este no se había dejado tocar ni que se le acercase
nadie, y sin embargo ahora buscaba la protección de las gente de de la calle.
A
eso de las ocho de la mañana llegó Conchi abrir como cada día su café y se
quedo asombrada y asustada de ver a Rubio en aquellas condiciones tan lastimera,
el animal casi no podía abrir los ojos, su cara estaba desfigurada, su cuerpo
ensangrentado y llenos de heridas, con sumo cuidado lo cogió y lo metió dentro,
le dio un poco de agua, con una esponja, Rubio lo agradeció pues tenia la boca
seca, luego le lavó y le tapó con una manta y acto seguido llamo al
veterinario. Este vino presuroso, pues la gravedad de los hechos le hizo dejar
otras visitas, bueno y eso y la gran amistad que le unía a la dueña del café.
Tuvo que coser las heridas le dio un medicamento para que no se le infectaran
aún con todo le dio a Conchi pocas esperanzas, la dijo que como mucho duraría
una semana, Conchi decidió cuidar de él y dejarle en el café hasta que llegara
su hora, le daría cariño y atenciones, era un hermoso animal y durante cuatro
años había paseado la calle con elegancia y les había librado de tener ratas en
la zona. Pronto corrió la noticia entre los comerciantes, pues tengo que decir
que esta calle no es muy larga, es más bien pequeña, pero aparte del café
regentado por Conchi, pegado a ella hay una tienda de fotografía, con buenos y
bonitos reportajes de bodas, seguidamente está la tienda de Isabel que vende
telas y alegres paraguas y babis para
los niños, un poco mas allá hay un Kebab, y seguido un mesón. Al otro lado de
la calle una peluquería que en navidad adornan mucho el escaparate dándote
buenos cortes y haciéndote buenas permanentes y siguiendo hacía abajo por la misma cera hay una cristalería y en
marcaciones con buenos cuadros y mejores marcos y estupendos espejos
seguidamente una tienda de deportes donde en su escaparate hay cien modelos de
deportivas de todos los colores y marcas y todo aquello que necesites para
practicar cualquier deporte, después una perfumería, en su escaparate siempre
abunda el colorido y las buenas cremas así como todo lo necesario para mejorar
tu figura y cutis, seguidamente una tienda de ropa con las mejores marcas y
elegantes y vistosos vestidos tanto de paseo como de ceremonia y un sin fin de
complementos y continuación una pequeña mercería que tienen de todo y siempre
está repleta de gente, y enfrente está la carnicería, donde sirven buena carne
de la tierra, como veréis en un trayecto tan corto hay de todo pues se me había
olvidado que también hay una pequeña tienda de ultramarinos, regentada por un
joven matrimonio, y una tienda de muebles tanto antiguos como modernos, con
bonitas consolas relojes lámparas revisteros y galanes etc. Todos y cada uno de
los comerciantes forman una pequeña familia ayudándose en todo aquello que es
menester, así que ahora quisieron contribuir para que a Rubio no le faltase de
nada, durante dos semanas estuvieron pendientes no dejándole ni un momento, y
cuando todos pensaban que estaba en las últimas, Rubio, fue mejorando hasta tal
punto que ni el veterinario se creía el día que fue a visitarle, diciéndole a
Conchi que ya estaba recuperado, que tuviera cuidado y no le dejara salir en un
par de días mas, pero que luego ya podía callejear, como siempre había hecho.
Rubio
salió de nuevo a la calle, y por supuesto fue a reconquistar su espacio ya que
últimamente merodeaba un gran gato blanco con las patas negras, y aunque era
fuerte, Rubio era más, así que de aquel ejemplar no se volvió a saber nada, durante
tres o cuatro días Rubio estuvo como loco con las gatas, corriendo hacia arriba
hacia abajo, por todos los rincones, quería oler ver pisar, todos esos sitios
que pensó nunca volvería a ver, por
supuesto que se apareó con Jacinta una gata de ojos verdes y pelos marrón y
blanco un buen ejemplar, ella siempre estaba a su lado y Rubio nunca la
rechazo, pero después de esto pensó que había que volver donde Conchi, y así lo
hizo, ésta le recibió con denostada alegrías, y así se creó un vinculo fuerte
entre ambos, Rubio todas las noches llegaba antes de que Conchi cerrara su
café, y así el dormía a cubierto.
Ocurrió,
que una noche intentaron robar, lograron abrir la puerta, pero de pronto una
cosa descomunal se les hecho encima, derribando a uno y dándose éste un
tremendo golpe contra el marco de la puerta, el segundo quiso saber de que se
trataba, que era aquello y salio escaldado, pues su cara quedaría marcada por
unas largas y afiladas uña, teniendo mucha suerte de no quedarse tuerto por
poco, el tercer ladrón ni siquiera lo intentó, por la mañana cuando Conchi
llegó no se lo podía creer, la puerta estaba abierta, pero no había desorden ni
faltaba nada, aunque sí había sangre en la puerta y en una silla, ella miró a
Rubio, y se imaginó lo que había pasado, acarició su lomo y se fue a comprar
una buena trucha, que cocinó sobre la plancha, Rubio se dio un buen festín pero
ambos guardarían silencio, como si eso no hubiese ocurrido, no quería perturbar
su paz, lo que está claro es que ningún maleante volvió a intentar entrar allí,
pues entre ellos corrió la voz de que algo raro había en aquel lugar, y nadie
quiso saber que era.
Así
ha durado esta larga amistad, de diez años, siempre durmiendo en el café y
cuando estaba un par de días sin venir, cuando llegaba derrotado hecho unos
zorros, Conchi le regañaba, él aceptaba y vuelta a empezar. Hoy Rubio ha salido
del café, con paso cansino se ha vuelto a mirar todo el entorno, Conchi le ha
visto irse, y una lagrima por su mejilla ha rodado, en el fondo de su ser sabe
que este es el ultimo adiós de Rubio, sabe que ya no va a volver. Pues tiene
conocimiento de que los gatos presienten la muerte y tiene un lugar donde ir a
esperar ese momento, lejos de los ruidos donde nadie pueda perturbar su sueño
eterno, aún con todo ese día cerró un poco mas tarde de lo habitual y a la
noche siguiente igual así durante una semana, definitivamente Rubio se había
ido para siempre.
Hoy
Conchi ha esbozado una sonrisa, pues ha aparecido en la calle un nuevo gato es
joven, fuerte y vigoroso, y como si algo le uniera a ella se ha parado delante
de su café, ella lo ha podido ver, es de color amarillo, pequeñas orejas
puntiagudas, y una pequeña perilla bajo su labio inferior.
FIN
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